Lo dijo Rubalcaba en su discurso de aceptación: dos palabras van a impregnar mi mandato, primero unidad y después cambio. "El PSOE andaluz - dijo - es el corazón y la columna vertebral del PSOE". Palabras comprometedoras, como se apreciará más adelante.
El pacto difiere al incierto futuro el debate interno socialista que pueda dar cuenta de las causas de sus sucesivas derrotas en las elecciones a las comunidades y a las parlamentarias del estado. El Sr. Rubalcaba ha valorado más el cerrar filas que la reflexión sobre la crisis del PSOE. Este pacto por la unidad obligará a los socialistas a tratar de poner sordina, de momento, a todos los casos de corrupción que afligen a la Junta, así como sobre los índices macroeconómicos y sociales que muestran que Andalucía está a la cola en desarrollo, en educación, en destrucción de empleo, y a la cabeza del paro después de Canarias. Una competición electoral no es, desde luego, el mejor momento para hacer autocrítica o examen de conciencia.
Andalucía, materia delicada
Sin embargo, la asociación del Sr. Rubalcaba con el pobre historial de la Junta, por lo menos durante el mes y medio que queda para las elecciones andaluzas, no contribuirá a reforzar su imagen de renovador de la vía socialista para el conjunto de España. Durante la campaña electoral se verá obligado a defender el negativo historial de los gobiernos andaluces del anterior presidente de la Junta y hasta ayer presidente del PSOE, Manuel Chaves, y el del actual titular, Griñán. Ahora bien, ¿tenía otra alternativa a este pacto de mutuos intereses? Seguramente no.
La continuidad de Chaves como presidente del partido hubiera sido una insensatez, una vez que bajo su presidencia se han acumulado las denuncias (de momento sólo denuncias) sobre los casos de corrupción supuestamente perpetrados bajo sus mandatos como antiguo presidente de la Junta. Por no hablar de su aparente inoperancia como vicepresidente tercero del anterior gobierno. El otro líder socialista con poder ejecutivo aparte de Griñán, Patxi López, no era alternativa porque es el secretario del Partido Socialista de Euzkadi, y siempre es conveniente mantener un poco de ficción en eso de las autonomías de los partidos, sobre todo en valles tan arriscados como los vascos. Quedaban algunos barones del partido: quizás José Bono, a quien siempre le ha gustado figurar, pero ¿quién se fía de él a estas alturas de su carrera política? Quizás José Antonio Alonso, que sale de la debacle socialista sin haberse chamuscado apenas. O Trinidad Jiménez, siempre tan bulliciosa y derrotada tantas veces. Por no hablar de Miguel Ángel Moratinos, a quien todavía "no hemos colocao" a la altura de sus merecimientos...
Pero no, lo urgente era cerrar el paso a la división, echar pelillos a la mar de los rencores y salvar al PSOE andaluz. Que siguiera latente la división interna entre rubalcabistas y chaconistas de cara a las elecciones era lo que le faltaba al partido para perder Andalucía. No hace al caso que para los chaconistas Rubalcaba representaba "más de lo mismo" (El País, 4 de febrero). Sin embargo, no hay contradicción que no pueda ser superada por un buen salto dialéctico: así, primero asistimos a la fusión entre, por un lado, los pujos de renovación de la andaluza sobrevenida, Carme Chacón, y del otro el socialismo de clientela de Griñán. Y de allí, a la síntesis Rubalcaba-Griñán. Pero solo hasta las elecciones. Después es poco probable que Rubalcaba no remueva la charca andaluza.
Griñán fue nombrado por Manuel Chaves consejero de Economía y Hacienda en 2004, y no fue hasta 2005 cuando la Intervención General de la Junta presentó al consejero la primera denuncia por los expedientes de regulación de empleo falsos. Se trata de una supuesta estafa de muchos millones de euros, desviados de los mil millones que desde hace diez años se debían haber aplicado en su integridad a ayudas a las empresas en crisis y a los trabajados enviados al paro. Aunque no hay indicios de que el Sr. Griñán haya sido parte en esos desvíos, y al contrario, que ha sido activo en las denuncias, queda por saber su actividad en torno a esta cuestión entre su nombramiento y las primeras denuncias judiciales.
¿Aparatchik o experto?
Ya sabemos que el Sr. Rubalcaba es objeto de todas las lanzadas de la derecha, que lo retratan como un Fouché versión más o menos maligna. Es cierto que ha estado metido hasta las cejas en situaciones equívocas (elecciones del 2004, caso Faisán), pero también lo es que como aparatchik de la seguridad en Interior ha llevado a cabo una eficaz y tenaz lucha contra ETA. La cual no hubiera sido tan empeñada si él no hubiese estado animado por un gran sentido del estado. Como dijo en su toma de posesión ante el 38 congreso: "No debemos jugar con el PSOE. Somos Partido, Socialista, Obrero y Español, y a ninguna de las cuatro cosas tenemos que renunciar".
El problema es que la "expertise" de que está dotado es de banda estrecha. ¿Qué comprensión de la crisis económica, monetaria e internacional posee?
Lo que es más importante, ¿qué experiencias ha adquirido en los foros internacionales, más allá de los puramente policiales y de seguridad? En una ribera sur del Mediterráneo donde tenemos fogueados expertos al frente de dos gobiernos (Grecia e Italia), y un vicepresidente del gobierno no menos fogueado (España), es importante que el líder del partido socialista muestre en la oposición comprensión de la realidad económica y del estrecho marco en que nos movemos todos. La crisis del euro ha puesto en cuestión aspectos importantes del estado de bienestar, principal bandera y conquista de la socialdemocracia, de la que tanto se precia el partido socialista.
En esto el Sr. Rubalcaba es una incógnita. De momento en su toma de posesión ayer domingo amenazó con ocuparse de los banqueros: ""Nos equivocamos en no meter mano a los especuladores y a los banqueros. No nos puede volver a pasar". No fue la única amenaza: "El PSOE se replanteará seriamente la revisión del acuerdo con la Santa Sede". Veremos lo que queda de esta destemplanza cuando salga del mítin y se siente en su escaño de líder de la oposición.
Antonio Sánchez-Gijón es analista de asuntos internacionales