El Kremlin lleva varios meses celebrando seminarios y encuentros entre hombres de negocios, economistas y financieros con el fin de restructurar las grandes empresas propiedad del estado, abriéndolas al capital extranjero y a la competencia. La esperanza es que el clima favorable a los negocios así creado atraiga fuertes inversiones, preferiblemente procedentes de Europa. Se han aprobado medidas liberalizadoras del régimen de propiedad empresarial y se le ha dado el cese a buen número de funcionarios políticos que estaban al frente de grandes empresas. Un cálculo optimista inicial preveía que de aquí hasta el 2015 la apertura empresarial atrajese inversiones por $200.000 millones.
La crisis del euro, sin embargo, ha obligado a hacer entrar en juego las vastas reservas de divisas (estimadas en $600.000 millones, la mitad de ellas en euros) que el estado ruso posee, y que en principio debían aplicarse preferentemente a los planes de rearme.
Con una balanza de pagos totalmente favorable y cero deuda exterior, debido a los ingresos por hidrocarburos, Rusia está metida en una ola de crecimiento económico: 4,3% en 2011 y una estimación de 3,5 a 4% en 2012. Esta sensación de prosperidad refuerza la resistencia a los planes de privatización por parte de los aparatchiks que todavía controlan las empresas estatales. Las circunstancias en Europa les favorecen, ya que el capital occidental sólo entraría ahora en Rusia si se le ofreciesen activos infravalorados, cosa que Rusia no tiene necesidad de aceptar en estos momentos.
Una fuente alternativa de inversiones podrían ser las grandes fortunas hechas al abrigo de las primeras privatizaciones a la caída del comunismo. Se estima que la salida de capitales rusos en 2011 alcanzó los $70.000 millones. Pero esto es difícilmente aceptable para Putin, cuya popularidad como líder reformista se hizo en gran parte en su lucha contra el dominio que sobre la vida política ejercían los llamados "oligarcas".
Pero hay oligarcas y oligarcas. Los de la primera clase son los desobedientes, como el ex-zar del gas Jodorkovski, que está entre rejas, y los de la segunda son los que aceptan entrar en el juego político de Putin. Uno de ellos es Mijail Projorov, empresario minero que hizo una fortuna estimada por Forbes en $18.000 millones.
Projorov se presenta a la elección presidencial por el partido Causa Justa, fundado en 2011, en una maniobra que todo el mundo atribuyó al Kremlin y fue entendida como destinada a atraer votos de los sectores modernizadores de la clase media, al objeto de que no fueran a partidos opuestos a Rusia Unida, como los nacionalistas y los socialdemócratas.
Para tratar de neutralizar las fuerzas ultranacionalistas representadas por el candidato Vladimir Zirinovski, Putin ha lanzado en las últimas semanas una furibunda campaña contra los Estados Unidos, en la persona del embajador recientemente nombrado, Michael McFaul, al que acusa de dar instrucciones y financiar los grupos de opinión que tratan de encontrar el apoyo de las fundaciones norteamericanas dedicadas a la promoción de elecciones libres.
Recuperar el rango de gran potencia
La otra dirección estratégica, la militar, se propone establecer a Rusia como la potencia dominante de Asia Central, y mantener una cierta capacidad para hacer sombra al poderío militar de los Estados Unidos en el resto del globo. Lo primero le será facilitado por la retirada de Afganistán, por parte de Estados Unidos y la OTAN, prevista para finales del 2014. La aspiración rusa es establecer una Unión Euro-Asiática que reúna todas las repúblicas que habían formado parte de la Unión Soviética. De cara a Occidente, otro objetivo esencial es impedir la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas, y ya lo ha conseguido en lo que respecto a Ucrania y Georgia.
Las fuerzas armadas rusas han sufrido un fuerte deterioro en los últimos veinte años. Sus limitaciones se pusieron en evidencia en la guerra de Georgia, del 2008. Prácticamente han estado viviendo de los armamentos y equipos dejados por la Unión Soviética. Aunque se han creado nuevos prototipos de armas, ya no existe la planta industrial y los equipamientos materiales y humanos para mantener cadenas de producción actualizadas. La industria militar depende hoy críticamente de sus ventas al extranjero de los sistemas de armas de la generación anterior. Rusia produce casi el 25% de todas las ventas internacionales de armas (2011).
El Programa Estatal de Armamentos 2011-2020 se propone invertir $650.000 millones para las fuerzas dependientes del ministerio de Defensa y otros $100.000 millones para los otros servicios de seguridad.
Pronósticos
La elección presidencial parece hoy por hoy cosa juzgada: Putin ganará por más del 58% de los votos, según el Centro de Estudios de la Opinión Pública, por lo que no será necesaria una segunda vuelta. Este mismo centro pronostica el 14,8% de los votos para el líder del partido comunista Guennadi Ziuganov, el 9,4% para el ultranacionalista Zirinovski, el 8,7% para el Mijail Projorov y el 7,7% para el socialdemócrata Serguei Mirónov.
El ideario de Putin quedó expuesto en un artículo suyo publicado a principios de febrero en el Washington Post ("Mi visión de una Rusia mejor"). Putin se dirige en él a "un público más próspero, educado y exigente". Este nuevo público es el resultado de "nuestros esfuerzos". El votante debe rehuir "un circo de candidatos que compiten entre sí con propuestas cada vez menos realistas". Debemos crear "un sistema en el que sea posible y necesario ser honrado".
Aunque en el artículo llama a luchar contra la corrupción mediante la represión y la separación del poder ejecutivo respecto del sistema de controles, es notable la ausencia de cualquier alusión a la reforma y a la independencia del poder judicial.
Un pronóstico razonable de las expectativas de la segura nueva presidencia de Putin (su tercera) sería aproximadamente éste: moderará el fervor privatizador que le embargaba hasta hace unos meses en su apertura a Europa, tratará de componerse con las grandes fortunas para que inviertan en la renovación tecnológica y empresarial del país, y pondrá al que sin duda será su primer ministro, el actual presidente Medvédev, a seguir animando a los sectores modernizadores de la sociedad a que se mantengan fieles al proyecto tecnocrático de Rusia Unida, mientras recupera posiciones en la competición de grandes potencias. Y después, a por la cuarta presidencia.
Antonio Sánchez-Gijón es analista de asuntos internacionales.