Dos jueces franceses vienen rastreando las compras de propiedades inmobiliarias en el sur de Francia por parte de los presidentes de Guinea Ecuatorial, Congo y el difunto presidente de Gabón. La cobertura dada por Francia al presidente tunecino Ben Alí había provocado el escándalo entre los promotores de los principios de transparencia y honestidad ante la corrupción de los diligentes totalitarios amigos de Occidente.
El episodio parisino apenas si ha tenido eco en nuestros medios de comunicación. Guinea Ecuatorial es el único país africano de habla española. Tampoco tendrá mucho eco en Guinea Ecuatorial. La televisión estatal y la principal emisora de radio están precisamente bajo las órdenes de Teodorín Nguema y los usuarios de Internet solo ascienden a unos 8.000 entre los 650.000 habitantes de la República. Son pocos pero quizá capaces de provocar algún ruido y difundirlo por métodos tan arcaicos como eficaces.
El valor estimado del edificio de la Avenida Foch, unos 500 millones de euros, y los bienes del interior, 40 millones de euros, acabarán siendo motivo de escándalo en un país con la mayor renta per cápita de Africa y en el que el 70% de la población vive por debajo del umbral de pobreza de dos dólares por día. Curiosamente en el país vecino, Nigeria, la publicación de los presupuestos del estado, con la consignación de 5,5 millones de dólares para manutención de la casa del presidente de la República, ha generado un escándalo mayúsculo.
Invasión iraquí
La invasión iraquí fue vista por la oposición guineana como un rayo de esperanza en la lucha de las democracias occidentales contra las tiranías. Finalmente, el silencio europeo era reemplazado por el clamor estadounidense. Después, sin embargo, silencio hasta la primavera árabe. Las imágenes del coronel Gadafi (el presidente Obiang ha usado el titulo de teniente-coronel que le corresponde por su graduación en el ejército) han conmovido a las elites ecuatoguineanas del gobierno y la policía. Todo un aviso para evitar una revolución sanguinaria y un consejo para organizar una transición democrática. La prepotencia del sirio Assad tampoco ofrece una receta salvadora.
Guinea Ecuatorial ha sido objeto de una serie de intentos de golpes de estado, todos ellos menores, artesanales pero en número de catorce. El más sonado fue el financiado y organizado por Mark Thatcher, el hijo muy amado, y Simon Mann. El intento fracaso y con él se fueron las expectativas de poder de Severo Moto, el presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial. El señor Moto volvería a probarlo desde Angola, donde fue encarcelado y rescatado por el gobierno español.
El señor Moto está en libertad vigilada con la obligación de presentarse regularmente ante la policía española. Su partido está prohibido en Guinea Ecuatorial y sus militantes han decidido relevarle del cargo y nombrar en su lugar al escritor ecuatoguineano Donato Ndongo, que diligentemente está tramitando la legalización del partido en su país.
El otro partido de la oposición guineana, legalizado, Convergencia para la Democracia Social, con una mínima representación parlamentaria está enfrentado al gobierno por el caso del médico Wenceslao Mansongo. Militante del CPDS y acusado de profanación de un cadáver a raíz de su intervención en una operación quirúrgica en la que murió la paciente. La autopsia realizada en el mismo hospital invalida la acusación pero sin éxito. Amnistía Internacional reclama que se respeten escrupulosamente los derechos procesales del acusado.
Estas cosas ocurren en un país con una producción de 360.000 b/d que había conseguido el salvoconducto de honestidad y buena administración que dispensa Extractive Industries Transparency Initiative. La credencial no ha sido sin embargo convalidada por falta de legitimidad, lo que viene a confirmar el escándalo parisíno de la Avenida Foch. El presidente Obiang lo tiene cada vez más difícil si quiere poner coto a las andanzas de su primogénito y recuperar la confianza de los países occidentales. El único camino es la senda de la democracia.
Fin de semana soleado y una compacta manifestación que hace difícil atravesar el Paseo del Prado para llegar hasta mi banco en El Retiro. Hay mucha gente, mucha indignación y afortunadamente poca crispación. Confiemos en que los términos de está ecuación no se alteren. Se necesita flexibilidad laboral pero también savoir faire.