El debate de la autodeterminación, para el próximo Parlamento vasco
La declaración hecha el domingo por el mismo ministro en el congreso del PP parece confirmar que, de momento, cualquier posible consulta política se reducirá a la primera opción: podrán acogerse a los beneficios penitenciarios los presos que muestren arrepentimiento y pidan a ETA su desaparición. Sin embargo, la otra cuestión, la de la autodeterminación, tarde o temprano la encontraremos en el plato de nuestra política nacional como hueso duro de roer.
Lo que impide que el hueso ya esté servido es la ilegalización de Sortu por sentencia del Tribunal Supremo. Esta puede verse corregida por la próxima decisión del Tribunal Constitucional sobre su supuesta inconstitucionalidad. Incluso si el TC confirmara la sentencia y Sortu no pudiera constituirse como partido político legal, quedaría pendiente la necesidad y conveniencia de que las fuerzas políticas _abertzales _que ocupan unas pocas e importantes posiciones institucionales en el País Vasco (sobre todo en Guipúzcoa) se articulen en un partido político legal. Lo mismo puede decirse de la coalición Amaiur, con representación en Cortes.
Es difícil concebir unas elecciones generales en el País Vasco el próximo año sin que las fuerzas independentistas estén formalmente constituidas de alguna forma, bajo las normas y garantías de la Ley de Partidos. Impedirlo equivaldría a poner en riesgo la paz, y sería un motivo de dudas sobre la legitimidad del sistema político español. Esto es así, y no hay que darle muchas vueltas. El de la autodeterminación es un debate inevitable, siquiera sea porque será el caballo de batalla de las fuerzas independentistas que previsiblemente se instalarán en el próximo parlamento vasco.
La primera fuerza constitucionalista del País Vasco, el PSE, lleva tiempo tratando de salir al encuentro de esta cuestión. "Autodeterminación" es el término claro y conciso que se esconde debajo del eufemismo "derecho del pueblo vasco a decidir" usado frecuentemente por los socialistas. El propio PSOE y el gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero mantuvieron conversaciones y negociaciones con ETA, sobre el supuesto de que el objetivo era articular ese supuesto derecho, tal como cuenta Jesús Eguiguren en su libro "ETA, las claves de la paz". En su opinión, el gobierno de España debe limitarse "a asumir lo que le demandan los vascos. Al fin y al cabo siempre hemos dicho que éste es un problema entre vascos" (volveré sobre este último punto). Es tanto su deseo de que Euskadi se mantenga dentro de España, que ha ofrecido recientemente a los soberanistas la idea de una constitución propia de lo que él llama Euskal Herría, aunque no independiente de España o de Francia. Es posible que el PSE no quiera ni oír hablar de una propuesta tan innovadora, dado que ahora le interesa no ir más allá de la cuestión de los presos, para lo que debe mantener un diálogo con el gobierno, contenido dentro de un marco posibilista, y cuestiones como "constitución vasca" o "derecho a decidir" son divisivas. Pero llegará el 2013, y al PSE le convendrá seguir moviéndose en la zona ambigua tan bien encarnada por Eguiguren, tratando de llegar al segmento de la opinión vasca que está dispuesta a ceder en las palabras con tal de que no se produzca una alteración sustancial del status quo.
Así que la cuestión de la autodeterminación estará presente, lo mismo que las formas contemporizadoras descritas más arriba, en el parlamento y en la actividad política del País Vasco. Otra cosa es que esta cuestión llegue al parlamento español. En contra de lo que dice el Sr. Eguiguren, éste no es sólo "un problema entre vascos". Para empezar, la constitución española no reconoce el derecho de autodeterminación. Éste es ya un gran obstáculo para que la cuestión sea tratada parlamentariamente. Pero aún en el caso de que la constitución fuera reformada en el sentido de admitir el derecho de autodeterminación, o a decidir, están las cuestiones "fundamentantes" del pueblo vasco y del pueblo español.
Ascenso metafísico a Euskal Herría
La noción de pueblo vasco es de naturaleza tanto histórica como cultural. La historia vasca ha sido a través de los siglos "un plebiscito cotidiano" a favor de la unidad de España. Ha sido así hasta que se produjo el cisma cultural del aranismo, a finales del siglo XIX, un fenómeno con proyección potente sobre la sociedad vasca pero no totalizador.
El pueblo español, por otro lado, se autocomprende como integrador de varias identidades culturales, con las que ha vivido una historia común de muchos siglos, y que sigue necesitando todas y cada una de ellas para realizarse. Este es el sentimiento que, además, sin duda embarga a los miles de familias vascas que se vieron obligadas a emigrar al resto de España, debido a la odiosa presión ejercida contra ellos (cuando no crímenes directos sobre sus personas) por los secesionistas.
Aunque es cierto que estas consideraciones son de orden emocional (espiritual si se quiere), sin una valencia constitucional específica, lo mismo puede decirse de ese sentido de identidad de pertenencia a una supuesta Euskal Herría, especie de ascensión a los espacios metafísicos de lo que siempre habíamos llamado País Vasco o últimamente Euskadi.
Por último señalaré lo incompatible de todas esas pretensiones de nación o estado separados con la estructura geopolítica donde se insertan tanto España como el País Vasco. Éste se halla situado a caballo de una de las dos puertas de acceso de la Península Ibérica a la masa continental europea. Es demasiado pretender que España sea indiferente a este hecho, y acepte tener que verse mediada por un estado independiente en sus tráficos con Europa. No hay estado que se respete, y más si está constituido como tal desde hace siglos, que acepte una servidumbre como ésa. Ceder fronteras no es sólo perder territorio, es también perder soberanía.
A esto replicarán los secesionistas que España no debe temer, porque estando todos en una Europa unida, ¿cómo se le iba a ocurrir a Euskal Herría obstaculizar los tráficos esenciales para España? Lo que merece a su vez réplica: ¿por qué un pueblo como el vasco, que goza de todos derechos de cualquier pueblo europeo, quiere ejercer un derecho que no le añade nada fundamental y que resta seriamente a otro?
En resumen: aunque el debate sobre la autodeterminación del País Vasco es constitucionalmente imposible, políticamente es inevitable.
Antonio Sánchez-Gijón es especialista en asuntos internacionales.