Los partidarios de crear un banco malo siguen defendiendo que la ventaja de la puesta en marcha de este sistema es que sirve para conducir a un buen sistema financiero, para sanearlo en definitiva.
Entre los defensores del sistema se encuentran algunos de los más destacados ejecutivos contratados por el Gobierno Socialista de la época de Felipe González para sanear el sistema de las dos principales crisis que sufrieron durante su mandato. Su explicación de por qué lo defienden es sencilla. El secreto consiste en concentrar en un banco malo los activos tóxicos de sector, activos del ladrillo fundamentalmente en el caso español, más algún riesgo en las subprimes y deuda soberana. El banco estaría gestionado o avalado por el Estado. Así el sector, desembarazado de sus créditos dudosos, volvería a ser atractivo para sus accionistas y sus clientes, y recuperaría la confianza, con costes más racionales para su endeudamiento.
Podría volver conceder créditos a empresas y particulares para facilitar el arranque de la maquinaria económica y recuperar el crecimiento y el empleo. Si nos atenemos a las previsiones del FMI, esto no se producirá hasta el 2014.
Hacer circular el crédito
El resumen de la argumentación de los partidarios de la existencia de ese banco es que una vez salvado el sistema, o una gran institución como alguna de las grandes españolas a la que se apunta, puede volver a circular el crédito de forma natural.
Pero el argumento que ha prevalecido para no llevarlo a cabo es que se llame como se llame el banco malo, los activos dañados siguen existiendo. El Estado, sus ciudadanos tienen que asumir su coste y como se calcula en el caso español, sólo cubrir los activos inmobiliarios no cubiertos con provisiones supondría más de 8.600 euros por contribuyente.
Los que todavía defienden la idea de la creación en España de un sistema similar insisten en que si otros lo han hecho y ha salido bien, no tiene por qué ser tan negativa su constitución. Recuerdan que se llame como se llame, el modelo se ha utilizado en todos los grandes países con la mejor cultura financiera del continente. En Suiza se denominó StabFund, Erste Abwicklungsanstalt, en Alemania y Nama en Irlanda. Falta por conocer como organizarán la salvación del banco binacional, franco-belga, Dexia, muy activo también en España en la concesión de créditos a los ayuntamientos.
Los activos dañados en manos de Dexia, más de 56.000 millones de euros, suponen una carga muy elevada. Pero justamente el cómo lo hagan franceses y belgas podría servir de modelo a tener en cuenta, si como se teme, alguna de las primeras instituciones financieras españolas no pudiera superar la difícil situación que atraviesan y tuvieran que recurrir a grandes cantidades de ayuda de Estado.
Entre los analistas insisten en que los bancos malos se pueden convertir en un buen negocio si el Estado sabe organizar adecuadamente la liquidación de los activos dañados. Ponen el modelo de la StabFund aplicada por el Gobierno suizo para salvar a UBS. Nunca está mal tener donde inspirarse.