La situación empieza a pudrirse en el kilómetro cero de España. No son sólo los comerciantes de la plaza los que sufren, intimidados por los indignados. Es la imagen de un país que presumía de ser moderno, de adelantar en el pelotón europeo a la mayoría de sus socios, y que hoy su imagen ve más próxima a la de Egipto, a la de Túnez, a la de Marruecos. (En Libia estamos vigilando los bombardeos). Volvemos al tipismo mugriento de África empieza en los Pirineos. La angustia para esta izquierda, que espera a septiembre para definir su identidad, es que los acampados se están creciendo. Se vienen arriba, que dicen los taurinos, con cada día que pasa. Creen que el Gobierno es un tigre de papel.
A los indignados les duele España. Les duele la partitocracia, los bancos, la oligarquía internacional (Perón empleaba un término ya en desuso: sinarquía). No hablan de democracia formal, democracia burguesa, democracia popular, democracia orgánica, sino de democracia real, que no monárquica.
Copio esta anécdota de Wikipedia: Cuenta una anécdota que el General Perón estaba dando una clase en la Escuela Superior de Guerra sobre la situación mundial y las Cinco Internacionales: masonería, Vaticano, sionismo, comunismo, socialdemocracia. Y de repente Perón dice: Pero la más peligrosa de todas es la Sexta Internacional. Hace una pausa y mira a un coronel con cara de sorprendido.
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¿qué pasa? ¿Qué no entiende coronel?
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Mi general, Ud. habló todo el tiempo de cinco internacionales, y ahora habla de una sexta, ¿cuál es?
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La Sexta Internacional es la Internacional de los boludos. Están en todas partes y no descansan nunca, están todo el día haciendo boludeces.
La imagen de España, ese intangible tan valorado para el crédito, la inversión, el comercio o la diplomacia, es tan vulnerable como la reputación de las personas. No se juzga sólo su reacción ante un problema (como el de los pepinos contaminados, las desgracias nunca vienen solas) sino una conducta: ante las imprescindibles reformas económicas o ante el desafío a la autoridad de los acampados, moda que empieza a extenderse por Europa.
¿Tiene el Gobierno el capital político suficiente para responder a los problemas que se le presentan? La argucia, respecto a la Puerta del Sol, de que "la policía está para resolver problemas, no para crearlos" remite a la vana esperanza de que el problema se disolvería por sí solo. La confianza de que sindicatos y empresarios llegarían a un acuerdo sobre la reforma laboral se fundió el 22M. Ejercer el poder, eso que gusta tanto a los políticos, mandar, es lo que toca. Y eso, siempre, tiene un precio. O se paga o se cobra. Pero no se puede soplar y sorber a la vez.