Estos expertos del Servicio de Estudios del Banco de España señalan que "en otros países europeos y en Estados Unidos se ha observado una trayectoria similar, aunque con variaciones menos acusadas". Son varias, según un trabajo publicado en el Boletín Económico que edita el supervisor, las razones que se han aportado para explicar el incremento que se observó, tras la crisis, en la proporción de renta que los hogares destinan al ahorro: la rápida elevación del nivel de desempleo, la pérdida de valor de la riqueza financiera y de los activos inmobiliarios ligados a la primera residencia, la elevación del grado de incertidumbre acerca de las rentas futuras (que habría hecho aumentar el nivel deseado de ahorro por precaución), el endurecimiento de las condiciones de acceso a la financiación bancaria, y la perspectiva y ulterior materialización de abultados déficits públicos.
"Un proceso de cierta reversión en algunos de estos factores, como la mejora en la situación del mercado de trabajo, ha sido esgrimido como el elemento que ha propiciado una disminución de la propensión al ahorro desde 2010 en varios países europeos. En España, la incertidumbre respecto a la evolución futura de la renta que se desprende de la debilidad del mercado laboral se ha considerado un elemento clave para explicar el marcado incremento de la tasa de ahorro en los primeros años de la crisis", argumentan Teresa Sastre y José Luis Fernández-Sánchez.
El ahorro crece "en situaciones en las que aumenta la incertidumbre, como mecanismo de protección para hacer frente a la posibilidad de que se materialice en el futuro un shock de carácter tan adverso como la pérdida del empleo", señalan estos expertos. Pero no sólo el ahorro. Un incremento del riesgo de pérdida del puesto de trabajo lleva "a que los consumidores pospongan la adquisición de bienes duraderos y a que aumenten su acumulación de activos".
Estos comportamientos "se detectan especialmente en aquellos grupos de individuos más vulnerables al riesgo de desempleo, como los jóvenes, o los que no cuentan con ingresos distintos de los laborales, o tienen un bajo nivel de riqueza, o bien los trabajadores con contrato temporal", subraya el trabajo.
Los indicadores más usuales de la incertidumbre asociada al riesgo de desempleo son: la tasa de paro y las expectativas de desempleo de los consumidores, que se obtienen a partir de encuestas de opinión. Aunque ambos indicadores están muy relacionados, el indicador de expectativas parece adelantar al del número de desempleados y tiende a recoger, más bien, los cambios en la tasa de paro. "Al principio de las recesiones, cuando se produce un rápido incremento de la pérdida de puestos de trabajo, tanto las expectativas de desempleo como la tasa de paro aumentan. Posteriormente, cuando el ritmo de pérdida de empleos se ralentiza, se mitiga el riesgo de quedar desempleado, que se captaría por el indicador de expectativas, aunque el paro permanezca en niveles elevados", opinan estos expertos.
"El ahorro constituye un mecanismo que posibilita desplazar consumo presente hacia el futuro y mantener un patrón suave de gasto a lo largo del tiempo. El acceso a la financiación proporciona a los consumidores un mecanismo de suavización adicional, permitiendo, durante un tiempo, un nivel de gasto por encima de los ingresos, de modo que hace posible el desplazamiento temporal del consumo en sentido inverso, esto es, del futuro al presente. Si, por alguna razón, los consumidores ven limitada la posibilidad de endeudarse, su capacidad potencial de suavizar el consumo ante futuras perturbaciones es menor, lo que conduce a un mayor nivel deseado de ahorro en el momento presente", argumentan Teresa Sastre y José Luis Fernández-Sánchez.
El endurecimiento de las condiciones de financiación ha supuesto una limitación efectiva del gasto para algunos hogares. Y es probable que, en un contexto de perspectivas económicas inciertas, las dificultades para obtener financiación hayan impulsado un ajuste del consumo y la constitución de reservas de ahorro, con carácter generalizado entre todos los grupos de consumidores, con el fin de eludir la posibilidad de que las restricciones financieras pudieran llegar a ser efectivas en el futuro.