Y menos la FED. En consecuencia, Bernanke se ha puesto manos a la obra. Comprará 600.000 millones de deuda pública en manos de las entidades financieras para inyectarles más liquidez y la capacidad de seguir concediendo créditos. Si se añade a esta cifra lo que ya viene haciendo al mes la cifra ascenderá a entre 850.000 y 900.000 millones de euros.
No siempre resulta sencillo combinar las dos variables del empleo y el control del déficit. Pero si hay alguna duda sobre lo que hay que elegir, está claro. La elección será estimular el crecimiento. Hay razones evidentes para hacer prioritaria la creación de empleo. Esta máxima, tan clara para Bernanke, no siempre se comprende bien en Europa. Aquí la prioridad es que no suban los precios. Pero si se muera el burro, ya nos dirán para qué sirve la cebada.
La decisión no ha supuesto ninguna sorpresa. Lo había anticipado la publicación de las actas de las últimas reuniones del comité de la Reserva Federal. Se contemplaba la posibilidad de Bonos del Tesoro a largo plazo que permitiría estimular la economía manteniendo casi a cero los tipos de interés a largo.
Para los responsables de la FED, si fuera necesario para estimular el crecimiento dejar que se produzca un cierto repunte de la inflación, lo van a permitir. Es más importante que crezca el nivel de oportunidades de generar empleo que controlar un aumento temporal de los precios.
La política monetaria es para Bernanke el instrumento apropiado para reducir el desempleo. Y lo va a tratar de conseguir hasta las últimas consecuencias, pese a ser una política criticada por muchos economistas y la generalidad de los líderes republicanos.
Los mercados han apoyado la decisión de Bernanke. Ayer Wall Street fijó su máximo en los últimos dos años una vez que los dos acontecimientos más esperados, las elecciones a mitad de mandato y la decisión de la FED se han comportado de la forma prevista. Es quizás el principal déficit que tiene que afrontar el BCE. Es la dificultad de no tener todavía crédito.